Nueva Zelanda derrotó por 8-7 a Francia y se consagró campeón mundial por segunda vez, luego de la conseguida en 1987 también como local.
El gran favorito debió sufrir hasta el final contra los galos, que perdieron su tercer final ecuménica. Los All Blacks salieron con todo, pero empezaron a perder confianza cuando Piri Wepu, de floja actuación, desvió su primer envío a los palos.
Sin embargo, los locales aprovecharon una desconcentración de los galos para marcar el primer try del partido por intermedio del primera línea Woodcock, que no logró convertir Piri Wepu.
En el comienzo del complemento, Stephen Donald, reemplazante de Cruden, estiró la diferencia en favor de los locales (8-0). Pero rápidamente apareció la reacción francesa: a los 8 minutos, Dusautoir marcó un try, convertido por Francois Trinh-Duc, para dejar el marcador 8-7. Entonces, el Eden Park se paralizó.
Lejos estaba el partido de parecerse al que ambos seleccionados sostuvieron por la primera rueda. El que marcaba se quedaba con la Copa del Mundo. Pero los All Blacks defendieron con dientes apretados y terminaron en un estallido inolvidable por lograr el título tan anhelado.
Por otro lado, Australia superó a Gales por 21 a 18 y logró el bronce en el partido más ajustado desde la Copa del Mundo de 1987 entre, precisamente, ambas selecciones, cuando los "Wallabies" lograron la victoria por un punto.
De los diecisiete partidos entre ambos equipos, los "dragones" tan sólo han vencido dos, en Cardiff en 2005 y 2008, y llegaban a la final con el mote de favoritos tras realizar un rugby muy atractivo durante toda la Copa del Mundo que se disputa en Nueva Zelanda.
Los "Wallabies" perdieron a Kurtley Beale y a Quade Cooper por lesión en los momentos iniciales del partido pero, pese a las bajas, el combinado australiano contaba con suplentes de calidad suficiente para acabar el torneo en tercera posición
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