El suizo obtuvo su séptimo título sobre el césped británico al vencer a Murray, se convirtió en el máximo ganador del certamen junto a Sampras y Renshaw y con este triunfo capturó su 17º Grand Slam.
La edición 2012 de Wimbledon, el tradicional torneo inglés, acabó nuevamente en manos de la "máquina suiza", Roger Federer. El nacido en Basilea le ganó la final al escocés Andy Murray por 4-6, 7-5, 6-3 y 6-4, durante un partido en el que su rival opuso digna resistencia hasta el tercer set, para después sucumbir ante el indescriptible nivel del campeón.
El primer parcial se lo llevó Murray, apoyado por la parcialidad inglesa que anhelaba, y aún lo hace, ver un primer puesto local, cosa que no sucede desde hace 76 años (era 1936 cuando Fred Perry superó al alemán Gottfried von Cramm). Luego todo cambió y la escalada del suizo se tornó imparable: Federer devolvió golpe tras golpe y trasladó la pelota a lugares imposibles de alcanzar, tanto con su magistral derecha como de exquisito revés.
Ya en la cuarta manga, y con Federer 3-2 arriba, el pleito se estancó en el 40 iguales y la solución, por supuesto favorable para el suizo, llegó tras largos momentos de sobrecogedor suspenso. A continuación el cuarto set se le transformó en uno más cómodo, cuyo cierre cortó el partido en tres horas y 24 minutos. Entonces Londres se olvidó de la sequía de victorias de los británicos y volvió a rendirse a los pies del basiliense, esos que no dejó de mover en el verde terreno como si hubiera sido el primer juego de su carrera.
Federer tiene ahora 17 Grand Slams, siete coronas en Wimbledon, con las que igualó el récord del estadounidense Pete Sampras y el inglés William Renshaw, y regresó al puesto número uno del ranking ATP, lugar que había perdido a manos de Rafael Nadal en Mayo de 2010. El suizo ya es una leyenda viviente, vigente y superlativa al interior del tenis internacional; parece que podrá continuar durante mucho más tiempo, si así se lo propone.
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